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domingo, 23 de octubre de 2016

Buscando primera escombrera en Perú

El problema del manejo de los residuos sólidos en el país de los Incas es dramático, pero con el ingenio de una iniciativa familiar para aplicar las tres R (Reducir-Reutilizar-Reciclar) se observa luz al final del túnel. 

Reciclar para construir

"El padre de Roger Mori es economista, pero le dicen ingeniero. Su hermana está a punto de egresar como psicóloga, pero se dedica a la administración. Roger es ingeniero pesquero y fabrica ladrillos. Unos ladrillos que son únicos. Los Mori los elaboran con un peculiar insumo: los desechos de la demolición y construcción de casas. Usan lo que los obreros botan. Lo que los volquetes arrojan en los rellenos. Lo que la gente prefiere llamar "basura".
Los Mori recogen los Residuos de la Construcción y la Demolición (RCD) de las casas, los convierten en ladrillos y esperan que se utilicen en otras edificaciones. Esta familia plantea un ciclo de reciclaje cuyas pruebas arrancaron este año en su planta piloto del kilómetro 12.5 de Cieneguilla.
En abril pasado, Roger, de 31 años, llamó a varios volqueteros para que dejaran desmonte en su terreno alquilado de Cieneguilla. Sin cobrarles un sol, abrió el enorme portón morado de la planta para recibir la carga de los camiones. Luego, con los residuos sobre el piso empezó la selección del material útil: restos de ladrillos, de grava, morteros. Afuera quedaron los fierros, la madera, el plástico y los residuos orgánicos. Eso no se usa en el proceso de reciclaje de su proyecto Ciclo.
El resultado recibe el nombre de árido reciclado. Lo mezcla con agua y cemento. Pasa por máquinas que lo moldean y que le dan la clásica forma rectangular exigida por las normas técnicas. Luego, atraviesa por una etapa de curación y otra de secado que dura casi un mes. Al final, el producto será un ladrillo sostenible: una pieza plomiza de 18 huecos elaborada con material reutilizado.
Para Roger, este bloque -que acabará cubierto por pintura y cemento en las casas- reduce la explotación de las canteras y mitiga el daño al medio ambiente a través del reciclaje. La fabricación de los ladrillos clásicos, los naranjas -dice- es distinta a la de los sostenibles: llevan arcilla, agua, pasan por un proceso de cocción en un horno.
Sandra Barrantes, de 32 años, arquitecta especialista en construcción sostenible y miembro del proyecto Ciclo se suma a la defensa del ladrillo ecoamigable: "Estos residuos se desvían de los rellenos sanitarios. Usamos algo que actualmente es basura. La reducimos. A este ladrillo no lo quemamos en horno, no se consume energía".

Una idea de familia

El ingeniero pesquero Roger Mori y la estudiante de Psicología Marjorie Mori, de 33 años, perfeccionaron el ladrillo que creo su papá tres años atrás. En una de las construcciones que tenía a su cargo, Walter Mori empezó a moler el material que sobraba de las obras. Añadió agua, cemento. Lo puso en un molde de madera, secó y obtuvo un ladrillo. Este economista de 65 años quería ahorrar gastos. Pero sus hijos apostaron por algo más.
Lo que empezó con un experimento para reducir costos acabó como una opción ecológica. El 2013 tramitaron su patente ante el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi). El 2015, el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (Concytec) lo eligió como uno de los ganadores del concurso Ideas Audaces y le entregó 146 mil 900 soles para su financiamiento. Este año, el Ministerio de la Producción -a través del Start Up Perú cuarta generación- lo reconoció en la categoría de Emprendedores Innovadores.
Pero no solo el economista, la estudiante de psicología, el ingeniero pesquero y la arquitecta se encargan de este producto prefabricado. Al equipo de Ciclo se sumó el ingeniero agrícola José Luis Cruzado.
El año pasado, este muchacho de 25 años permaneció durante cuatro meses, siete horas diarias, dentro de un laboratorio de la Universidad Nacional Agraria de La Molina. La misión del entonces universitario era construir un ladrillo. Tenía que elaborar este bloque de concreto sin manual de instrucciones: no contaba con los procedimientos técnicos para armar este material con Residuos de Construcción y de Demolición (RCD). "Se hizo todo empíricamente", dice.
José Luis decidió sumarse al proyecto luego de escuchar la propuesta de Roger Mori, quien también había estudiado en su universidad. Para el primer joven era la oportunidad de trabajar su tesis. Para el segundo, la de fabricar y validar los primeros prototipos de los ladrillos sostenibles.
Cemento, agua y desmonte. Los pasos se repetían hasta cumplir con requisitos técnicos como la resistencia. Cuando por fin cumplió con los parámetros básicos, el equipo -con ladrillo en mano- empezó a buscar financiamiento.
Su principal producto es el ladrillo King Kong de 18 huecos. También tienen adoquines que no usan agregados naturales, como arena fina o gruesa, sino árido reciclado (el resultado del procesamiento del RCD). Esto también reduce -aseguran- la depredación de las canteras naturales.
Su precio será el mismo que el de los ladrillos convencionales (cerca de 700 soles por millar). La próxima semana empezarán a vender los adoquines sostenibles.
Si bien el financiamiento de Concytec permitió comprar máquinas para la planta piloto experimental, el equipo hoy se encarga del pago a los dos obreros que trabajan en su local y del alquiler del mismo.

La primera escombrera

El Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) dice que el Perú solo tiene doce rellenos sanitarios autorizados y en funcionamiento para una población que supera los 30 millones de habitantes. Los residuos sólidos -entre ellos el desmonte- terminan en cualquier lugar. Uno de los destinos es la playa Carpayo de Ventanilla, la más sucia de Latinoamerica.
Roger visitó dos veces aquella playa. También fue a los botaderos cercanos a su planta en Cieneguilla. Allí nunca faltan los camiones, la basura y los pedazos de concreto. Los volquetes -dice- tienen que pagar entre diez y quince soles a los vecinos para arrojar el desmonte.
El ingeniero quiere que los camiones arrojen el desmonte en su planta, pero el espacio es insuficiente. Quiere mudarse a un terreno más amplio (seis mil metros cuadrados) en Cieneguilla, fundar la primera escombrera del país y tener una planta de reciclaje de nivel industrial. Eso estará listo -según estima- el próximo año. Están en busca de inversionistas.
Allí los transportistas informales podrán llevar sus residuos, arrojarlos y recibir un certificado donde se indique el destino final de los materiales. Ciclo les cobrará menos de lo que piden los rellenos informales y lo reutilizará para elaborar ladrillos y adoquines.
La construcción consume el 50% de los recursos disponibles en el mundo y produce el 50% de los desechos, aseguran estos profesionales. Roger creció en la construcción que su papá tenía a su cargo, pero estudió ingeniería pesquera. Ahora quiere unir ambas pasiones y construir una nueva forma de reciclaje.